Colección Privada. El gabinete de las maravillas puede leerse como la bitácora de un ornitólogo que avista sus especies alrededor de los hospitales o el catálogo razonado de una exposición de Brueghel. La familia extiende la sombra de su vuelo sobre la casa, así como los colores helados del pintor brabanzón se funden con el follaje del árbol genealógico del poeta.

En el museo al aire libre que ha creado Gustavo Iñiguez se escucha el canto del mirlo de Wallace Stevens, pero también el miedo y la enfermedad de la jaula que se ha vuelto pájaro de Alejandra Pizarnik. Los versos son instrucciones para atrapar pájaros vivos, trampas imperceptibles para el lector y para las sombras con las que la voz del autor busca ajustar cuentas.

Un libro lleno de aves domésticas y aterradoras que anidan en el pensamiento del poeta: pájaros más ligeros que el aire, pájaros en las ramas de ese otro árbol que crece en la frente, el árbol adentro al que se refirió Octavio Paz.

Christian Peña